Para amortiguar el meollo de la cuestión, tu perorata elusiva, soporífera, agotadora, segregaba mustias enredaderas de digresión que se extendían en el análisis y las consideraciones de un asunto la mar de británico y europeo en cuyo entierro, no digo yo que vela, apenas una cerilla de la caja te habrán dado, y aun ésa, estremecida su débil llama por tu convulsa afición a salirte por la más tonta de las tangentes.
Paralelismos aparte, en diversas partes tu intervención parecía para lelos. Oscilante, traidor, inconfeso y mártir, en la de cal y la de arena, tu postureo fracasa por la presión con la que te pillas los dedos deudores ante los golfos que te auparon al sillón.
Así que continúa disimulando lo del territorio comanche y las ciudades sin ley, que ya te cortarán la mínima cabellera que luces, esa especie de atildada "moqueta madelman", que con primores de damisela te perfila a saber qué Charo mística y fría, para nadie tanto como para ti.
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