gustosa de pagar que tenía con el Comodoro (quien vio cómo su visita de este verano se truncaba con los percances y las alarmas del trombo), la he satisfecho hoy.
En el paseo marítimo del Rincón, hemos casi saqueado las existencias pescadoras de un restaurante, como si estuviéramos desquitándonos de ágapes suspendidos o aplazados. Grandes jarras de cerveza por su parte y por la del Hipocampo, tintos de verano 00. Así es la cosa.
De paso, le llevé las botellas prometidas.
Y al regreso, cuando elegí volver por la autovía del interior, un inesperado aleteo me sorprendió, un pellizco como el de los "enamoraos", tú ya lo conoces, que me daban como ganas de torcer hacia Granada, como si se hubiese quedado tu presencia allí, tangible todavía, mandando su misterioso tirón.
Porque ha sido en esa ciudad, estos últimos años, donde prosperaron nuestros encuentros y donde te he sentido más cercana, coincidente, comprensiva y cariñosa, un póker de "ces" iniciales que me tomo como un lujo.
Ahora estás a trasmano. Será más difícil vernos porque, terminados la universidad y los "masters", te me has vuelto profesora de español en una ciudad con puerto al Mediterráneo de esa dulce Francia, pobrecita, tan sacudida estas jornadas por los salvajes de la bandera negra.
Cuídate; abrígate y come bien. Aunque no haya croquetas como las que hace Maritere.
ja, ja, ja, ja... (risa llena de ternura)
ResponderEliminarTernura con la que están escritas tus líneas, maestro.
Un abrazo fuerte y un beso para Irene y otro para Maritere (?) (Suena mejor Mayte)