martes, 8 de febrero de 2022

Un pulso con la sartén

 

Atrevimiento inaudito fuera por mi parte pretender la equiparación de mis experimentales avatares con las hazañas admirables de Blas de Lezo, pongamos por caso.

Porque mi indecisión ya me impele a descartar varias veces el propósito, retrocediendo a cautelosas y pusilánimes trincheras en un aplazamiento que los días prolongan.  

Y luego, sobreviene un instante de crispación, una epifanía que dispara los resortes de mi relativo arrojo, aunque de relieve nunca sea muy allá, de todas formas.

Ahí blindo mi ánimo, de valor hago acopio y enfrento a pecho descubierto el incierto Destino y sus escarmentadoras lecciones.

 

Con arritmias cardiacas de preaviso, reproduzco el método, que las modas de hoy prefieren “protocolo”: os eximiré de los detalles, de los sobresaltos que esmaltan el desarrollo de ese acontecimiento al que me acerco (Dante en cualquier círculo infernal) y que con fatalidad inexorable reproduce mi personal formato de tortilla de patatas.

Si Ud. la viera, “con crítica parcial, con ánimo sutil”, se sentiría de inmediato solicitado por la evocación de esa imagen fantástica que de los platillos volantes obra ya en nuestras familiarizadas mentes.

Cuando, superado el momento de la verdad en que me expongo a darle la vuelta implacable y la deslizo de nuevo, y por la segunda cara, en la sartén… contemplada de cerca, la última frontera de mi sorpresa queda en suspenso, un momento antes de catar el místico redondel y descubrir (con regocijo o con desazón) el azaroso punto de cuajado que me depara esta singular aventura.

Como epílogo, establezco una pausa considerable que reagrupe, que recomponga, en lo que cabe, las extenuadas neuronas supervivientes.

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