domingo, 13 de febrero de 2022

Fue de esa manera

 

Puede que quede todavía en pie alguien que me secunde en estas líneas, alguien que pueda afirmar con verdad “yo viví aquello y fue de esa manera”.

Curioso que el padre, gitano y anticuario, me creyese el más maduro y formal de aquel quinteto de quinceañeros, guiado acaso por mis estudios de formación en el Conservatorio* y el aparente aplomo juicioso de mi seriedad tímida. Así que medio me encargaba no sé si aconsejar, supervisar o moderar el rumbo de su hijo que ya nos sacaba pronta ventaja a todos en el estreno de la carne, con alguna profesional del callejón de atrás.

Pero había más: con mi daltonismo de toda la vida, la otra niña de los ojos de aquel señor era una premonición de Romero de Torres, verde oliva, miel de caña y café, por la piel y la mirada y la eclosión generosa de sus trece años. Eso y la melena azabache sobraban para cargar de electricidad el aire alrededor de los alevines de músico que éramos.

Que de ahí no iba a pasar, de destilar un saludillo, alguna sonrisa suelta que jamás podía eludir la vigilancia con rigor de serrallo, inexpugnable noli me tangere, de que padre y hermano la rodeaban.  

 

Para remover las cosquillas y el revuelo de tales sonidos y resplandores, a veces basta con volver a dejarse discurrir, 60 años después, por la calle Hernando Colón, de espaldas a la Giralda.

 

*Lo han rebautizado luego y no me sirve así. Prefiero que para mí siga como el Conservatorio de Música y Declamación, que entonces regía D. Norberto Almandoz.

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