domingo, 27 de febrero de 2022

Quae ab domo

 

No discuto su mejorada eficacia; ni su poderío tecnológico, de clara ventaja en comparación con sus antecesoras. También podría llegar a admitir la puesta al día de su diseño.

Y no quiero omitir, por otra parte (que sería un descargo inmerecido), la consideración neutral y evidente de su mayor peso y proporciones.

Descrita así, someramente, su realidad, un extrañamiento que no hemos superado, y que me produce un solapado sentimiento de fría distancia, dificulta lo que sería una cooperación plena, deseable.

Lo que reconozco que me induce a espaciar nuestros encuentros, a desentenderme un poco de ella es sobre todo el laberinto sinuoso, que las facultades de mi comprensión repelen, con el cual hay que sustituir la bolsa interior que almacena el polvo, las insidiosas pelusas, etc. Lo he examinado con cautela y, quién lo diría, no tengo palabras.

 

En todo caso, después de estos dos años, me niego a calificar con el manoseado tópico del “amor/odio” la conflictiva tensión que, en el agitado seno de esta convivencia con altibajos, establecemos a dúo mi aspiradora y yo.

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