miércoles, 2 de febrero de 2022

Los límites de la resignación

 

Por lo que vamos viendo, y viviendo, el más o menos aforismo de que “en todas partes cuecen habas” se confirma de manera aplastante. Si no, ahí está el ejemplo del rubio malospelos “del” Boris, fresco de tomo y lomo, cuya desenvoltura golferas se enroca en el cargo y ni siquiera la “acrisolada”, “respetable” y “eficaz” democracia británica consigue ponerle las merecidas peras al cuarto.

Lo cual que asistimos por todas partes al agotamiento de lo que debiera ser reacción popular contra el galopante desahogo de los políticos, instalados en un relativo “búnker” de intangibilidades simultáneamente adobadas con jugosas nóminas que sufragamos obligados y resignados los corderos.

Apenas va quedando un pataleo de discutibles resultados, estando como están casi todos los sectores de nuestras sociedades insatisfechos con el rumbo que se impone a lo que les quede de vida.

 

Pero la resignación también llega al límite; y cuando los ganaderos de Lorca invaden el pleno del Ayuntamiento, incluso en el supuesto de que las razones pudieran estar repartidas, lo que no sirve es que, encima, los meapilas de la información, esos sumisos sepulcros blanqueados y blanqueadores, les recriminen los modales de la protesta, olvidando en cambio la frecuente prepotencia y el grosero desdén que tanto se estila en la gestión pública (que eso sí que es impresentable) y en cuyas rigurosas denuncia y corrección debieran emplearse la independencia y la vergüenza de las que esos profusos, pringados opinadores tanto carecen con sus disimulos y omisiones.

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