viernes, 4 de febrero de 2022

El laberinto de la poca vergüenza

 

Aquí ya se citó: que “estamos trabajando…” se les había vuelto mantra preferente. Pero cuando ya estaba al caer la pasada Navidad y como no tuvieran a mano nada más serio, decretaron otra vez…¡La mascarilla!, paripé simplón que no impidió que se les viera el plumero ni tampoco parece que eso les importe nunca.

Sólo que ahora habría que salir del laberinto (de alguno, por lo menos) y, aproximadamente un mes después, el pequeño minotauro los persigue.

 

Porque entre las novedades que el desgraciado asunto de la pandemia ha incorporado a nuestras vidas, cabe destacar por su simbolismo vistoso y su controvertida utilidad el sinsorgo de la mascarilla, que antes parecía solamente chifladura de japoneses y así.

Y al vuelo, sesudos tutores bienintencionados o desnortados -que de todo hay- enseguida nos recomendaron con indesmayable insistencia las ventajas de ese adminículo como “barrerita” que ayudaría a prevenir el contagio indeseable.

Llama la atención, en cambio, la escasa o nula referencia, la que no fue insistencia equivalente sino ausente, con la que no nos explicaron qué nos pasa inhalando en un inquietante reciclaje tóxico, en un “circuito de lo más integrado”, durante miles de horas, los residuos de nuestra propia respiración que la tal “barrerita” nos manda de vuelta (como la imagen de un espejo maligno) a la garganta, los pulmones, etc.

 

El equipillo de saltimbanquis inservibles que maneja nuestra barca ha conseguido prodigios espectaculares de contradicción y frivolidad, prohibición va y permiso viene, con acrobacias tales como la obligatoriedad o la abolición intermitentes de ese bozal, en secuencias alternativas y arbitrarias, más guiadas por la ignorancia caprichosa y el desprecio al ciudadano que por criterio sensato alguno.

Si esos mandamases no reforzaran sus imposiciones con el susto que han sembrado o con la amenaza sancionadora, sería el momento de…

-…¿escarnecerlos como el populacho a Quasimodo ante NotreDame?

-No digo yo que desperdicios del mercado, pero un buen zarandeo o alguna zambullida rústica en el pilón del pueblo…

-Dices bien, es lo menos.

 

(Última hora: que, en pocos días, habrá nueva orden. ¿Verdad o trola de la casa?)

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