miércoles, 24 de agosto de 2022

La "modificación" del campo

 

Empachados por la artificialidad que han amontonado, los habitantes de las ciudades buscan un alivio a sus rutinas y vuelven los ojos al campo del que muchos huyeron durante ya va para más de un siglo.

Porque la vida en el campo tiene exigencias, trabajo duro, y recompensa, de saberla sentir, que las modas no entenderían por ser escasa en seducciones y oropeles materialistas.

Así que la conclusión general ha sido que, en la ciudad, el medro sería más fácil, o rápido, o cómodo; cundió la alucinación, incluso cuando la realidad escarmentaba con las evidencias de que ahí tampoco se ataban los perros con longaniza…

-Viva el casticismo.

Y que el resultado de tan sostenida, insistente y atropellada avalancha pasaba factura rigurosísima y enloquecida, como a los espejismos corresponde.

 

Vámonos al campo de vacaciones. Pero somos ñoños urbanitas, malcriados, ignorantes y nos molestan el gallo cantor del amanecer, los rebuznos asnales, el rumor, y mira si es bucólico, de los rebaños, la campana de la iglesia de toda la vida…

¿No podría cambiarse el campo, volverse una tontería Disney, un mero documentalito idiota de televisión, un logotipo turístico comodón, algo -no importa que falso, ni que imposible- que se ciña y adapte a nuestros infantilizados y memos antojos?

 

La torpeza de estos viajeros transformados en plaga invasora, en hojarasca que decía don Gabriel, no ha tenido suficiente con las playas, con la costa; se propone, de un tiempo acá, la “modificación” del campo.    

-Apaga.

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