sábado, 6 de agosto de 2022

Como la reina de Inglaterra

 

No pretendemos ser

heraldos de un linaje nobiliario

ni imágenes de un sobrio balneario;

sólo que al cabo del atardecer,

cuando el calor inflexible remite,

parsimoniosamente nos sentamos

en sendos butacones amarillos

para pasar un rato en el jardín

sobre el que caerá la noche al fin.

Luego ya sé que cantarán los grillos

pero ahora, en el “coche parao”

que decía la señora Clotilde,

vemos pasar frecuentes transeúntes

que a veces nos darán para un apunte

al través de la tapia de cristal.

Muchos hay que pasean

domésticos “perretes” con correa.

Y algunos son, somos, habituales

-y sigamos así, que más nos vale-

de este rito, sin casi, elemental.

 

Y hacemos bromas bobas, fantasías

igual que personajes que Paul Simon

creaba o inventaba en su canción,

la de aquella pareja en autobús.

Aunque en esta ocasión, hay un idiota

que nos pide quitarnos la corbata

conque no habrá ni cámara ni espías.

Os he dejado pistas. Y ahora sí,

ya voy dejando de daros la lata.                                                                  

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