Mercatriz
pública de unas andanzas,
lánguida momia
de postrimerías,
redunda en
sus “Memorias” subjetivas
lo más
glorioso de unas naderías,
trufadas de
oropel y autoalabanzas,
y unas
profusas tontunas de diva.
Las cotorras
de la televisión
de inmediato
le van desmenuzando
la coreografía
diseñada
sobre los
lances de ese corazón.
Extenso pasto
de murmuradores,
pinceladas de
escarnio, morbo charro
vertido sorbo
a sorbo, jarro a jarro,
señoras y
señores.
Si la
política es un lodazal
de toscos
mentirosos sin remedio,
¿tampoco debe
parecernos mal
esta suerte
de asedio
con que, Mario,
te embiste y te desdora
la redacción
trivial, de pasarela,
de esa
sesgada planta trepadora?