miércoles, 15 de octubre de 2025

Las señales, ya en octubre

 

En lo que, sin presuntuosa temeridad, puedo denominar supermercado de mi frecuentación, me asalta en estos días la tentación de los mantecados y similares navideños, que ya anticipan su incitante, insoslayable seducción como si de un desembarco ilusionado en Normandía se tratase.

Advierto el componente descaradamente mercantil que implica precipitación tan insolente, si con rigor nos atuviéramos a los más sosegados meandros del calendario; pero es -y no el menor- síntoma de estos tiempos irrespetuosos, que la senda general ande a menudo desbocada, retratándonos de paso en lo horteras y decadentes que nos han ido empujando a ser y, ante cuyo abuso, con debilidad manifiesta, algunos procuramos plantar cara aun a sabiendas del descalabro que el Destino impío nos tiene reservado.

Por el momento, he rehusado someterme a un anzuelo así de burdo, postergando para más adelante la rendición incondicional y contrita que habrá de derribar mis torres, poniendo en evidencia esta morbosa, frágil, consecuente en su fracaso, condición de goloso celeste y sin remedio.

Que estemos en Santa Teresa, en nada menoscaba la melancolía de esta reflexión que el Hipocampo siente florecer desde sus más intrínsecas alboradas.   

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