Como un no
esperado torrente de creatividad más tecnología (y su dominio, su aplicación
profesionalizada), me llegan las muestras brillantes, sugerentes, impactantes,
las realizaciones oníricas que Kelly Eldridge Boesch presenta con su firma y
unas sospechables fuentes de inspiración o querencias que enseguida podrían
desplegarse, suma y sigue, desde el Bosco hasta Dalí: dos maestros que nos
habrían explotado la cabeza todavía más de haber tenido a su disposición la
contemporánea magia todopoderosa de la IA y sus, al parecer, infinitos
resplandores.
Contrariamente
a las gentecillas anodinas e inamenas que se hacen el tonto bajo un solapado
anonimato de enanos, muy impecable se ofrece el trabajo de Kelly a quien cabe
felicitar porque da la cara, con abiertas firma y afirmación de un rumbo
respetable y admirable, en el mundo de las visiones.
Y observad
también las fantásticas colecciones de “gatos” modélicos y maravillosos que nos
aporta Natalia Bonilla, minuciosa y barroca de orientalismos, toda una “suite”
de audaz representación, en busca de la belleza imposible.
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