-ni tiempo-
deberían quedar para el disimulo, para el sometimiento o la resignación
desencantada.
Lo que a
diario vemos, lo que se nos cuenta con falsedades tantas, a disposición de
todos está. Lo que pasa.
Quienes
prefieren o fingen dejarse engañar, quienes estén engañados (léase ingenuos) y
los que engañan -o lo pretenden- con la cansina retahíla de sus gastadas
mentiras, también los que en silencio asisten algo inactivos, algo impotentes,
a esta decadente realidad…
O sea, todos.
Pues de ahí, aunque en porcentajes muy, muy desiguales, salen aquellos a los
que la Ayuso alude con la cosa de la fruta: de ahí, de todos ellos/nosotros, de
los demás porque, Isabelita, tampoco tú puedes tirar la primera piedra. La
alusión a la fruta. A la fruta podrida, a la suciedad que, por acción u
omisión, no conseguimos limpiar.
A la trampa
retorcida que nos diseñan los malos.
Qué mal
rollo.
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