-¿Diría Vuesa Merced que el dinero y el poder, tan
a menudo juntos, corrompen?
-Incesantemente.
-¿Habrá arreglo?
-Mucha utopía sueña Vuesa Merced.
-Según eso, ¿nos tiramos por el barranco?
-Habría que hacer una lista, como la de espera del
sacrosanto sistema nacional de salud. Una lista de despeñados prioritarios,
preferentes, que con rigor estableciese los méritos y el orden de llegada.
-Vamos, que los políticos…
-… no andarían lejos, con Eurovisión o sin ella.
-¿Y el asuntito de los abucheos y los insultos que
reciben en público?
-Feo que está insultar, y que ha ido poniéndose de
moda y hay quien los prohibiría, de ser posible.
-¿Cabe que los “dolidos” se pasen de finos, de
pusilánimes?
-Y del ancho del embudo y de negacionistas del
derecho al desahogo que también existe y que hay que considerarlo en quienes se
sienten ahogados. No se olvide tampoco que la condición inexcusable para ser
respetado es ser respetable.
-O sea que ni zánganos ni mangantes.
-Clarísimo.
-Mucha gente va a ser.
-Y motivada a tope. El insulto, por otra parte,
está sobrevalorado, a pesar de su uso histórico, y es más tradicional desde
luego que la “tomatina” (muy pringosa y
de invisible “encanto”) y bastante menos lesivo que el rifle del francotirador
desde la azotea.
-Huuyyy…
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