Insomne
diligente (de seis treinta “in the
morning”),
dispone el
recorrido, clásico y puntual;
lo ha llamado
“el circuito”: hipérbole burlona,
baile de
neuronas de socarrón mental.
A rachas,
recupera el ritual sensato,
el ya remoto
encargo que hiciera el Dr. Clavo:
“Para su
hipertensión, al menos una hora
diaria de
paseo no será en menoscabo
de esa salud
dudosa y esa palabra larga”.
Sin empuñar
la lanza ni el cuero de su adarga,
colgada en la
pared la histórica Tizona,
con plantillas
de corcho, va en zapatos de lona.
(-Hipocampo, ¿no hay ripio en tan forzadas rimas?
-¿Qué queréis que os diga? A veces, las palabras
no escatiman su esgrima. Si porque maté un gato
me llamáis “mazagatos”…
-Bajad del “candelabro”, no sea que por la altura
llevéis un descalabro. Proseguid el relato,
que andáis desvariando.
-Prosigo y ya os digo que de esa forma ando.)
Algún grillo,
perplejo, enmudece a su paso,
sosegando los
élitros o por el qué dirán.
Ecuménico,
altivo, no le hace el menor caso,
y baraja
estos versos cuando, ya de “regrerso”,
descansa en
su diván.
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