La última vez
(hace años ya, cómo pasa el tiempo) que consulté el Vocabulario Científico y
Técnico de la Real Academia de las Ciencias, el color azul correspondía a la
sensación producida por el estímulo de longitudes de onda alrededor de 475
nanómetros. El color del cielo sin nubes, que dice la RAE.
Y eso tenemos
hoy; junto con un calorazo de “aquí te espero”.
Que no se han
hecho esperar esos millones de nómadas que invaden nuestras playas y otras “zonas
de recreo”, a pesar del incremento de los precios (siempre “galopantes de las cosas”) y de las incomodidades indiscutibles que
ofrece la no discutible masificación.
Es como lo
del río ese africano y grandísimo y los ñúes pero sin tantos cocodrilos.
Lady Taladro,
en el entremientras, instala con detalle minucioso el “velcro” que con la malla
preceptiva nos blinda de la otra invasión temible: mosquitos ocasionales,
insectos diversos, todos ellos de la máxima y enconada proscripción en esta
casa. Monaguillo apenas, cuando con dispersión ya mencionada colaboro/estorbo
en la tarea, vuelve a colmarme de admiración elemental el hallazgo que suponen
esos a modo de pies ambulacrales que caracterizan y certifican la idoneidad de
ese invento (al “velcro” me refiero) comunicando a mi entomofobia paranoica un
tranquilizador subrayado de garantías y sosiego espiritual.
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