miércoles, 21 de septiembre de 2022

La virtud en el vicio

 

A la casual, fortuita indicación de Paco Martín, cantautor de pro que, hasta donde sé, anclado continúa en sus vastas dehesas, debo este acercamiento a Almotasim, esta que fue inesperada experiencia y ahora tiempo ha que se inscribe con honor en mis hábitos predilectos.

En este “blog” que tan teñido anda de los colores con los que se nos relata el mito de Sísifo, ya se ha hecho seguramente mención y aun elogio de ese suculento agente del colesterol que llaman CACHUELA IBÉRICA.

Desconozco los ingredientes que conforman su cautivadora fórmula; es más, con humildad declaro que, fiado de los orígenes quizá ancestrales que le dieron curso, ninguna objeción osaría oponer, ni insolencia con la que investigar siquiera -que a todas luces es curiosidad ociosa y aun sobrante y quedar debe a los entendidos- el arcano de su conocimiento.

Lo que sí llama mi atención (y mi devoción) es este echar de menos su concurso a la hora del aperitivo, como si su reclamo al paladar semejase la adicción que otras sustancias se dice que procuran, volviéndose imprescindibles.

Sea como fuere, vaya aquí mi recomendación sin ambages para quienes todavía queden por catar este convincente, atrayente, preeminente “unto” que sin alharacas se impone a tanta “ilustre” y presuntuosa vianda, de las que pasan por aristocráticas preferencias en las más vanguardistas y estrafalarias gastronomías.

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