lunes, 19 de septiembre de 2022

La gran ceremonia

 

Que no se puede decir ZAPE hasta que pase el último gato; pero dudo que, en el resto de las exequias que quedan, esta gente desvíe  mucho el tiro.

El FUNERAL. Así, con mayúsculas. Majestuoso (cuándo, si no) y solemne (ídem.); más palabras: grandioso y exacto en su organización. Admirable, lo en serio que los britanos se toman sus cosas, cuánto las respetan y las defienden. Por aquí andamos diferente y hay costumbre de resolver el descontento y los desacuerdos con una mezcla de cafrerío y mala educación que es lo que les da juego a nuestros díscolos y “reformadores”.

Para no sufrir en las emisoras comerciales a los papagayos de siempre, bocazas ridículos de la opinión con ínfulas de protagonismo, me quedé en la TVE 1ª, para que la cosa, en lo mollar y detallado, correspondiera a la intachable realización cuya señal directa nos facilitaron los interesados.

Claro que presumen de sus marcas: Bentley, Aston Martin, Jaguar, Range Rover… ésos eran los vehículos para la ocasión.

Así que el funeral, cuando las gaitas, los escuadrones, los uniformes militares y el armón demostraron sabiduría y entrenamiento de hermoso ballet marcial, se encontró entrando a las puertas de la Abadía que, con todo y ser de la iglesia anglicana, algo cismática de suyo, se mostró perfecta de vitrales, ojivas, lámparas, columnas y enlosado. Y entonces, en presencia y asistencia de los poderosos del mundo, o de su más vistoso ramillete, tomó el clero el mando de la pompa, el boato, la música de órgano, del coro (¿no hay niñas ahí?) que sugiere, con la mágica y seductora y sobrecogedora liturgia del cristianismo, trade mark, que la importantísima difunta ya se aproxima a los ángeles que rodean a Dios, y en Su Presencia pueblan sus escenarios visibles, y aclaman con sus cánticos y preces Al Que todo lo puede y ante Quien todo cede y se inclina.

No hay espectáculo que supere esto, años luz por encima de cualquier cosa que la “tele” ofrece y queda estrepitosamente pobre y hortera, en comparación. A señalar la acústica, la resonancia al parecer natural de ese templo donde las fanfarrias heroicas de los heraldos trompeteros trasladaron nuestro oído a gestas pasadas.

Ahora, revisad minuciosos las imágenes, los videos, porque no creo que tuve una alucinación, alguien más debió verlo:

Sobre el féretro (corona, globo imperial, cetro) tarjetón en cuya esquina, deslizándose por el borde, me pareció ver el paseo discreto y fugaz de un insecto, probablemente egresado del ramo de flores. Un instante apenas, visto y no visto.

La desmesura entre su viviente insignificancia y el nivelazo -ya arrasado- de la embalsamada Isabel nos empequeñece (y advierte de escarmientos) a todos.

Que sí, que sic transit….     

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