viernes, 30 de septiembre de 2022

El color de las líneas

 

Imposible saber en el comienzo qué dirección, qué duración, qué sentido, si lo tiene, este camino que (ahora sí que puede ir midiéndolo) se acerca a los tres cuartos de siglo (mucho estás durando) y a lo que con creciente evidencia no cuela desconocer.

En ocasiones, cede a la vanidad de pensar que aprendió cosas, que sabe (¿qué sabe?) esto y aquello, lo que el rodaje ha ido aportando; otras, le pueden el titubeo, la indecisión, la duda, el deslizante e inseguro pavimento mal ajedrezado de los porqués.

Ni fuerte ni débil, más que otro esqueleto con algo de chicha y piel a guisa de cobertura.

En algún sitio, alguna vez le llegó la noticia de que el pelo, o sea también la barba, y las uñas prosiguen su crecimiento luego. Le parece una conclusión de envoltura medio esotérica cuyo radical y voluntario desmentido, cuyo impedimento “de libre elección” (como si fuera un Capricho de Paganini para violín solo, en un examen de fin de carrera) será una incineración “como Dios manda”.

 

Deambulando por calles y piedras de lo que siente aún como “su” Sevilla, ¿es este contacto con la tierra personal lo que remueve en el cerebro, ese escondrijo de anaqueles laberínticos, el color de estas líneas desconcertadas?                                                                                           

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