martes, 19 de julio de 2022

Tropezones en la nomenclatura

 

Ufanas por haberse sacado de la manga una etiqueta que creyeron manejable - “violencia machista” -, la Belarra, la Montero y las otras y las oltras, se dan de morros con una dificultad que seguro soslayarán con la arbitrariedad descarada que las caracteriza: porque no conviene, claro es, llamar “violencia feminista” a la que ejercen, afines, igual de delincuentes, mujeres contra mujeres.

Así que ¿cómo hacemos? Pues que sea “violencia de género”. ¿Del género “femenino”? No, no, faltaría más. ¿Violencia “intrafamiliar”? Tampoco, suena demasiado a VOX. ¿Violencia a secas? ¿Fina y segura? Qué dilema.

Y por si fuera poco, ahora se ve que te puedes declarar varón o mujer a capricho, con muy poquitos requisitos que cumplimentar, lo que añade una nota de vistoso folclore a lo que ya habían vuelto de suyo un paradigma de confusiones y ambigüedades.

 

-Desnortadas, te digo yo que es lo que son.

-Ni se te ocurra decir eso.

-¿Y entonces qué, los ángeles sin Charlie, las niñas de la curva?

-¡Pobres criaturas!                                                          

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