viernes, 27 de mayo de 2022

Si el Destino

 

está escrito de antemano en las páginas de un libro que rebasa nuestro conocimiento; o si, por el contrario, es un camino que hacemos con nuestros pasos, los que damos a conciencia o los que con indecisión e inadvertidos nos hacen tambalear, tropezar y seguir siempre, qué sabe nadie.

Anda cumpliendo años Dylan, como si fuera un bourbon que el tiempo concentrara, ahondado en carácter, estilo, sabor que él mismo adunó y en los cuales insiste con determinación de alquimista hasta incorporar a sucesivas legiones y generaciones de conversos, década a década.

Quienes gustamos desde el principio, como de una resonancia interior que ahora es casi familiar, la voz inusual -libérrima de fraseo-, la música incisiva y la pirotecnia poética de las imágenes en sus textos, seguimos por ahí, sujetándonos a esa referencia, sin su permiso, como a una balsa para náufragos que por fortuna se mantiene a flote.

Igual se cumplirá con este tío lo del escenario y las botas puestas: las “spanish boots of spanish leather” de aquella historia dulce y melancólica acerca de los amores que se pierden cuando ponemos la mar y otros anhelos por medio.

Enhorabuena, maestro.

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