domingo, 8 de mayo de 2022

Nuestro hombre

 

Desde los acantilados arduos y las frías aguas que contempló de niño, ha llegado hasta aquí.

La fantasía de nuestros lugareños ha elaborado con gradual cautela la noticia (que jamás podrá corroborarse) de que algún suceso grave lo decidió a dejar su aldea natal, su nación en la alta Europa, y buscar lejos una vida nueva que lo ayudase a olvidar (y a ocultar quizá) la realidad pesarosa, el hecho que daría origen a su actual aureola de misterio y leyenda.

Cuando, hace años, recaló en las afueras de este pueblo, compró al contado una pequeña propiedad que reformó acto seguido, entonándola con sus costumbres y recuerdos y llevando en ella, acompañado de sus dos perros, una vida discreta que, por otra parte, no excluye una relación de correcta vecindad, de moderada “integración” que ahora se dice. Se le conocen pocas visitas y el secreto de algún ocasional envío por correo ha sido celosamente, inexpugnablemente reservado por el cartero, un tal Urrutia, con fama de estricto y correspondiente reciedumbre corporal.

Como el nombre de nuestro hombre, erizado de consonantes y signos de diéresis, es directamente impronunciable entre andaluces, lo llaman “el Rubio”, con fórmula, si no imaginativa, cómoda y funcional.

En el bareto local no se le ve con frecuencia aunque su aguante de bebedor ha despertado no poco respeto y reconocimiento entre los parroquianos habituales.

Ya andará cerca de los setenta años. Qué sabe nadie.                             

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