jueves, 10 de marzo de 2022

Agobiados

 

Tampoco es una opción desentenderse del espanto que las noticias de la tele nos trasladan, estos días de desgracia.

Sobre lo que nos cayó encima con el virus, y que queda por resolver, esto de ahora, en cierto aspecto, pinta todavía peor. Inevitable, puede que culpable, el desgaste, las imágenes pavorosas de los bombardeos, de las personas huyendo, de los resistentes heroicos; las entrevistas incesantes, agotadoras, a las gentes víctimas en primera línea. En comparación, los meros atribulados espectadores que quedamos (de momento y en apariencia) varias líneas más atrás, llegamos a sentir la mala conciencia de que, con la que está cayendo, aún nos impacienta -tiquismiquis que somos- el inútil tono de luto y condolencia de los “opinadores” que quizá nada diferente saben permitirse.

 

La leche derramada: el carísimo andamio de la Unión Europea, ineficaz de costosísima burocracia y semiacuerdos remolones, demorados años, dormido en postizos laureles, molicie, egoísmo del bienestar y los no muy discutidos privilegios; más que eso, la imprudencia de los dirigentes a todo lujo, avestruces frecuentes sin querer admitir los riesgos, sin prever (no preveEr, ¿estamos?) que Atila siglo XXI, tal como sus antecesores, jamás abdica del crimen, de su naturaleza terrorista.

 

Alguna que otra guinda miserable de esta tarta atroz: Pedro el ruinoso y sus excusas; la horda de trastornados que parece inmune a todo y que sólo “a su rollo” están, liándola parda so pretextos de fútbol. No se perdería nada si los eliminaran.

-¿Alguna sugerencia?

-Cualquiera vale.  

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