domingo, 20 de marzo de 2022

Líneas de archivo

 

De trampantojos y ensoñaciones, “pa” que haga de esto 20 o 30 años, con estos versos de rizadas hipérboles entretenía el tiempo (como si le sobrara, qué desorden) el Hipocampo y, en espera de que cristalizaran en canciones, aun osaba sembrarlas en sus libros que eran clavecines a medio temperar.

 

Simonetta se deja sabiamente

las orejas desnudas, sin adornos;

como una tentación, como un soborno,

los brazos limpios armoniosamente.

Franco el escote, libre, sin collar,

espléndido de música galante.

Para abordar sirena semejante,

¿por qué robar las perlas de la mar?

 

Tan especial parece, tan sencillo:

la cintura perfecta, el seno erguido;

uñas sin trampa, dedos sin anillos;

sueltos, sobrios, valientes, los vestidos.

No besa, da la mano al saludar

y, entre sonrisas, marca la distancia.

Resulta natural que su elegancia

filtre amistosa quién la ha de rozar.

 

¿Qué viento norte es ése, recto y rubio,

que fundes con tus gestos italianos?

¿Cómo será el amor en tus efluvios?

¿Cómo será rendirse entre tus manos?

¿De qué lago te vino la mirada

y de qué sur el resplandor candente

que matiza tu voz enamorada

y me cautiva deliciosamente?

 

Te miro seducido en la pantalla

-esa ventana al mundo en Palcolor-,

volcado en las quimeras del amor,

varado entre mis sueños y mi playa.

Con esto a mi principio yo retorno:

seguro que tú sabes, Simonetta,

que, de lo que contiene este planeta,

tu pelo de oro es el mejor adorno.

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