viernes, 23 de octubre de 2020

Y por cierto...

 

Desde que te sientes ungido por el cargo, gradualmente has derivado el tono de la voz y la aparente mesura de tu discurso de ahora hacia un estilo que imita (como los bolsos de señora falsificados que venden los poligoneros o los del “manta”) las maneras que el tópico asociaría a un abad injertado en bondadoso maestro de escuela.

Con ello procuras que los más desprevenidos, los más ingenuos y los más interesados entren al trapo de tu ficción. Sólo que te desmiente el imposible olvido de tu trayectoria y de las canallescas burradas – de palabra y de obra – que esmaltan tu notoriedad deleznable.

 

Tampoco ayudan, qué quieres que te diga, a tu quebradiza “performance”, ese vestuario pintoresco, esa “expresión corporal” patibularia ni, desde luego, el reciente moño engarabitado que construyes con la greña, dejándote en la ridícula vanidad de una prepotencia grotesca e impertinente de repartidor de carnets de la inteligencia ajena, infladito de disimulona superioridad por demostrar, que intenta apuntalarse con referencias culturalescas a personajes históricos y con citas literarias que convendrá suponer preparadas de antemano.

Con ese garbo pisa, moreno, tu paso. Y por cierto… ¿en qué se te ha quedado aquello de la casta?      

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