domingo, 18 de octubre de 2020

Una investigación y sus hallazgos concluyentes

 

Los manejos mundanos a los que, de manera cotidiana e impía, somos sometidos por los poderes fácticos, ocultos o descarados que sean, estimulan nuestra curiosa suspicacia para las comprobaciones. Y los asombros.

Doce años cumplidos hará que mi Dr. Clavo comenzó a recetarle a mi hipertensión consuetudinaria un fármaco, de nombre Atacand. Escrupulosamente pagué su coste y he venido consumiéndolo con dócil y continuada disciplina. Hasta que ahora, que por primera vez me “ampara” la Sanidad Pública según reza mi tarjeta recientemente concedida, tengo la opción del “genérico”.

Entre sol y nubes, unos minutos de esta mañana ociosa hemos destinado Maritere y yo al examen comparativo de los respectivos prospectos, que han resultado coincidentes en casi todos sus términos, originando en nuestro ánimo cierto ocasional regocijo.

Por ejemplo, uno de los ingredientes de la fórmula recibe el nombre incauto y algo folclórico de Carmelosa de Calcio, que evoca la imagen y el previsible tronío de una legendaria intérprete de la canción andaluza, célebre por su insólita estructura ósea y su estilo cantor de dulces y acarameladas inflexiones, que habrían hecho las delicias de un público fervoroso. Otrosí, la extraordinaria ortografía del Cilexetilo y de algún que otro estearato compite de forma ventajista con la más asequible del almidón de maíz (claramente en la línea de Arguiñano) y el macrogol, de honda raigambre futbolística.

 

Como Uds. saben, suele ser recomendación habitual no conducir máquinas ni vehículos, ni manejar herramientas, aunque la más peligrosa de éstas que hace poco tuve que usar ha sido un destornillador con el que soltar el mango de una sartén, para una más concienzuda limpieza, empleo para el que no se detectan contraindicaciones.

Seguiremos otro día.

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