domingo, 19 de febrero de 2023

Ritos cotidianos

 

Como no tienen un reloj luminoso/digital de mesita de noche; ni uno, a pilas que, colgado en la pared del salón, “gotee” el tic-tac inexorable y admonitorio; ni tampoco otro, de péndulo, al que se la da cuerda y pone en hora con una llave de palometa que hay que insertar en los dos orificios “ad hoc”

-Que era en la casa de tus padres, en Sevilla. Cuando entonces.

-Y es en los vaivenes de la memoria.

Ni menos, de pulsera ni de leontina, apañados irían.

Así que debe ser la cambiante claridad de la mañana, su gradual desplazamiento, la señal de estar atentos porque se va servir el desayuno. Y que si me demoro, ni tantos, ni en tan rápido tropel entusiasmado van a acudir.

Que ya volaron a buscarse una alternativa, por si acaso.

Estos días de ahora, febrero adelante, el intervalo ideal se establece entre las 8’15 y las 8’30 a. m. Bien que lo noto, observándolos, como un obispo, en mi sillón sentado.

 

-¿Y no deberías colocar una coma entre sillón y sentado, ya que es el obispo quien está sentado, y no el sillón?

-Reparé en ello. Y también cabía la solución de escribir sentado en mi sillón. Más sencillo y directo; pero me pirran los enredos.

-No, si ya…                                          

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