martes, 6 de diciembre de 2022

La viña del Señor

 

Al lado de nuestros ceporros políticos y dejándolos en su intoxicada miseria, cabe (y esto es la infinita variedad del mundo) el virtuosismo de Alan Gogoll, quien entre arpegios, armónicos y pizzicatos, de la mano izquierda, con habilísima y limpia digitación, pone en evidencia a numerosos guitarristas y nos ayuda a admitir con humildad consecuente los porqués -que no sólo la artrosis- de una retirada a tiempo.

Además de esa generación de nuevos deportistas que a diario encandilan a las masas, están asomando oleadas de músicos de asombroso nivelazo. Y si no corresponde lo que sería orgullo, de muy problemática explicación, sí en cambio procede la satisfacción como aficionados y espectadores.

 

Una cierta dosis de autoestima, por suerte, siempre eliminó la envidia de mi ánimo, al que acaso aquejen otras menguas. Por eso afirmo aquí que con este maravilloso instrumentista, y tantos otros, sólo se puede experimentar una jubilosa admiración.    

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