viernes, 2 de diciembre de 2022

Incursiones

 

Para ayudarse a digerir la certidumbre demoledora de su pequeñez (que su reino tampoco es de este mundo, vamos), el Hipocampo ocasionalmente recurre a esa olla múltiple que es el internete, con su seductor catálogo de dispersiones y su condición ambiciosa de infinito.

Con un temblorcillo casi imperceptible que interrumpe su aparente, extática suspensión, sus pensamientos a menudo estupefactos y por demás; y desde luego sin abandonar, que falta no hace, los placebos de su burbuja/acuario, el Hipocampo cede curioso al vaivén metafórico que, entre las galaxias y los abismos, el Plegablito II le ofrece.

-¿Aclararéis, para los neófitos, lo que eso es?

-De nuevo: un ordenador portátil, de color blanco.

-¿Y no os parece una descripción trivial, nada esbelta, aquejada de la imprecisión propia de vuestro daltonismo?

-Os andáis por las ramas, seor soldado.

-Que me lo digáis vos, el Señor de los Circunloquios…

- Modérese Vuesa Merced y no me distraiga.

 

Lo cual que nos llegan los interesantes experimentos y el arte desenvuelto y atrevidillo de “las Migas” quienes, con “El mar” Alegrías de Cádiz (esas notas deliciosas del violín, con intenciones de tono menor) y otros quiebros gustosísimos, nos desvían, sólo momentáneamente y a modo de antípodas, del embeleso “ruiseñor” de la Rusby.

-¿Recomendación?

-Y no muy cautelosa, “pa” que vea Vuesa Merced.  

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