lunes, 31 de mayo de 2021

Carlota Corredera: una metamorfosis inesperada

 

Quiero en primer término definir un modesto propósito: no mitigaré los detalles de mi oprobio, asumiendo las grietas que experimenta mi carácter, decadente por inclinación y aquejado de los achaques de la edad.

Y así, me declaro ocasional espectador del circo romano que constituye la mayor parte del espectáculo en Tele5, y que algo tiene de laboratorio de autopsias en el que se desentrañan en sentido estricto, literal, ciertas miserias de nuestra padecida sociedad.

Cuando hace años la señora del epígrafe comenzó a volverse una aparición familiar en esa emisora (que le dicen cadena para que quede más ambicioso y pleno de poderío), hasta tal punto nos parecía una gallegaza aceptable que le adjudicamos, en el pequeño comité doméstico, el sobrenombre de “armarito”. El diminutivo comportaba una bromilla afectuosa, una ironía menor, viniendo de este servidor que, por la época, lucía generosos 106 Kgs. de peso y volumen a juego.

Nada hacía presagiar que a través de sucesivas temporadas la Corredera iría ganando en continuidad, representatividad profesional, tono de voz afirmativo y poco a poco, haría aflorar un autoritarismo que crece a despótica amenaza e intransigencia cuando eclosiona desde su interior la versión ultra de cierta apoplejía de inexacto feminismo, que ha debido incrementársele con el éxito de audiencia del documental de marras.

El colaborador Montero, cuyas conservadoras y con preferencia sosegadas discrepancias ya merecieron las enfurecidas cornadas del otro figura titular, corre peligro (se ha visto claro) expuesto al ultimátum colérico y a los fulminantes anatemas de quien ahora ¿deberíamos llamar abrupta presentatriz?

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