miércoles, 26 de mayo de 2021

Rachas de distintos colores

 

atravesaron nuestra vida.

Años perdidos, los del desencuentro; años ganados, los buenos, los que incesantemente fundaron y hacían crecer ese amor fuerte entre los dos, desde tu primer día de vida.

Como un atropellado vendaval, tantas cosas sucedieron. ¿Me faltó aguante? ¿Cómo habríamos podido comprendernos cuando la manipulación y la cizaña nos pusieron a prueba? Todavía creo que, a un precio altísimo, fui consecuente con las reacciones que, en rigor, correspondían a mi integridad.

Luego, a medida que el dolor pasaba sus facturas, todo aquello se fue tambaleando, poniendo en entredicho su sentido. Por otra parte, admito que la memoria a todos nos hace trampas. Y al lado sé (SÉ) cuál verdad única me impuso el tiempo: lo mal que llevo siempre los abusos.

Ya es inevitable aceptar los resultados. Ahora, que me digan blando, tonto como todos, me da lo mismo.

Puede que me perdiese años de verte crecer, de darte el beso de buenas noches mientras te arropaba, de demasiadas cosas. Y aun así, hoy me vale, ahora que andas por aquí, que me remitas al tío de Amazon, el de la furgoneta, para que te deje conmigo, porque estás en tus cosas, tus pedidos por Internete.

O que me acompañes a la Pfizer; o alguna tarde con Lolo, vengas a echarte un cigarrito y una Fanta de limón en este jardín.

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