Una azarosa y
no elegida carambola, el largo, laborioso laberinto del ADN me han traído hasta
aquí, hasta esto que soy o (razonable duda) creo ser, incluso parecer en esta onomástica
jornada.
Anécdotas que
me refiere una señora de mi árbol, como que Leocadia se llamaba la matrona que
colaboró en mi aterrizaje, que yo estuve allí, hay que ver, y ni recuerdo tengo
de aquello.
Que -eran tan
muy otros tiempos- no estaba de moda andarse a alumbrar a las clínicas, y eso y
todo era menos programado, más casero. Porque siempre cambian las cosas pero en
este último siglo, la velocidad, la calidad y la intensidad de los cambios ha
excedido la cota que, durante siglos, parecía haberse tenido por más o menos
humana: por digerible.
Con sentido,
dificultoso, del humor, con la mirada entre fatalista y amoldada, con la
impaciencia todavía ocasionalmente ansiosa y el escarmentado aprendizaje de la
edad, arribamos (es plural pontificio, que también se dice mayestático) a otra
conmemoración capicúa, de las cuales ya se ha escrito por aquí y que,
sorprendente fuera, de no ser de las últimas dellas.
-Mira que te pones arcaizante.
-Lo dan el acuario, el faro metafórico, los
acantilados que casi no hay.
-Suerte.
-Más me vale.
Felicidades 🎂
ResponderEliminar