A estas
alturas, no sé cuánta gente sigue ilusionada con esta cosa que llamamos Europa
y que no termina de cuajar. Como si continuaran faltándole varios hervores.
Andaba ella,
tan refinada y enteléquica, haciéndose un poco la distraída con los necesarios
gastos en armamento porque con la cuestión del buenismo, el pacifismo y la
progresía de diseño y así, a la muelle ciudadanía le iba a sonar feo, brutal
que le hablaran de ese tema, tan desagradable de considerar porque siempre va a
ensombrecer las radiantes luces triunfalistas de nuestros estados de los bienestares.
Y si mientras tanto USA apoquinaba algo más de la cuenta, “pa” qué revisar ese
capítulo.
Pero, como en
los toros, se nos da un aviso y hay que meterse en harina de nuestro propio
costal. Las cifras de vértigo que se barajan, ¿se van a detraer, siquiera en
parte, de alguna de las complacientes memeces lujosas que nos anestesian? O -ni
pensarlo, eso faltaba- ¿esto se arregla en una tarde subiendo, qué guay, los
impuestos, nenes?
A la Desunión
Europea, ¿le pasa como al “niñato salao
de las cosas raras” de la copla aquella: “que apunta y que no dispara”?
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