Con una sola
S de serpiente,
de sílfide
sutil y de sibila,
tu nombre
sicalíptico desfila
a la Fama y
la Gloria impenitente.
Y con soltura
sueltas ante el juez
el servicial,
socarrón testimonio
de aquella
unión suculenta y soez
que era una
subvención de los demonios.
El símbolo
sobado y sandunguero
para la
satiriasis de un ministro
que gastos te
pagaba, y picadero
(y con dinero
ajeno,
como si eso
fuera lo de menos)
y te “enchufó”,
fullero,
con nómina
jugosa en un registro
-súbita
funcionaria metafórica-
coronando sin
más la anacreóntica.
Jésica, qué
sarao,
qué bien
viene el decir de “¡ahí le han dao!”.
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