No un cerdo
ibérico, que así tendría
sabor y
encanto de primera clase,
sino un rústico,
hirsuto jabalí
de modos
marrulleros y falaces.
Su insolente
farol de impunidad
sostuvo con
descaro el desafuero;
y el espejo
del alma que es la cara
descubre lo
que tiene de embustero.
La pringue de
los “filmes” de Torrente
hace un cabal
retrato de esta gente.
No se
arredran por nada,
haciendo trampa
en todas las jugadas.
¿Y votarás de
nuevo a esa pandilla?
Impermeable
al mínimo escarmiento,
¿se
obstinará, insistente, tu ceguera
en tal cochambre
y tal aburrimiento?
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