jueves, 24 de octubre de 2024

La fuga

 

No hace tanto de aquello.

Quizá sorprendidos por lo insólito de semejante verbena, muchos ilusionados españolitos simpatizaron con la ficción desconsiderada que, con estilo de mercadillo cutre, acampó en la Puerta del Sol de Madrid durante semanas: revolucionarios bisoños, más postizos que consistentes, y que fueron consentidos por la autoridad de turno, como si fuese un coletazo sucio de lo que supuso la “movida” que, por su parte, ya había tenido mucho ruido y apenas ninguna nuez.

El paso siguiente fue cuajar en el ambicioso Podemos, banda iconoclasta y protestona que no tardó en enseñar sus mañas de tardíos aprendices de la brujería bolchevique, pasadísima de moda y con surtido considerable de presunciones e ignorancias.

Entre sus figuritas de relieve “llamaba poderosamente la atención” Errejón, con su sempiterna imagen de estudiantito enquistado, que pretendía representar la rama menos feroz del elenco. Sus más y sus menos tuvo con el jefe rasputinesco y, para seguir más años en las nóminas del chollo político, desgajóse al amparo de Carmena y dio en lo que puede que todavía siga llamándose Más Madrid, o así.

 

Ahora dice este “prohombre” que lo deja, que se retira, redactando un papel de despedida prolijo, abstruso, rebuscadito de excusas, retórica cruzada y tramposona, de espesor plúmbeo, que culpa de su presente crisis personal al maestro armero y que mucho suena a cobarde parche que igual sale ya un poco tarde para el grano que le está asomando, cosas del acné juvenil, Íñigo, majete.

Como muestra de lo que son esos iluminados de la señorita Pepis, esos indignados que nos iban a arreglar lo de la política. Vale.  

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