No soy
aficionado a esa variedad del espectáculo que se conoce como “musical”;
consecuentemente, muy poco a la zarzuela y a la ópera. El artificio de ese cine
o teatro “cantado” me resulta incómodo y difícil de incorporar a la consentida ficción
que se nos propone. Fueraparte de que los “libretos”
suelen tener poca defensa.
Tampoco ando
en ese asunto de las comprensivas “explicaciones” que la falsa piedad encuentra
para disculpar a los delincuentes en general, fomentando el delirio de
tergiversarlos en héroes de pedestal, paladines de la rebeldía y demás
monsergas al uso.
Y de eso
también va “Joker: folie à deux”, fino título.
Pero quizá
porque hay pocas canciones que digerir, buenas, clásicas, de letristas
acertadísimos; quizá porque Phoenix, actor hondo, “clava” el personaje; quizá
porque le da cabal réplica esa loca divina que es Lady Gaga; y por la esencial,
espantosa soledad que retrata el argumento y su naturalmente trágico desenlace,
el “film” tiene escenas
estremecedoras que llegan a empujar (quién lo diría) esas “furtivas lágrimas”.
También puede
ser que “no esté la magdalena para tafetanes”.
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