miércoles, 5 de junio de 2024

Las gotitas del limón

 

En los 80 del XX (ya ha llovido), Belmonte, Santiáñez y otras mozas lozanas de la época, rientes, engarzadas como zarcillos de cerezas,  andaban medio derretidas (“bebían los vientos”, más castiza versión) con la apostura que Mel Gibson lucía en su ahora histórico personaje de Mad Max. Aquella “peli” primera dio origen con el mismo actor protagonista al menos a dos episodios continuadores de éxito también considerable.

Modas y ciclos, añoranzas del sector de público aficionado (me incluyo) que ha prestado con más generosidad que exigencia su atención a estos “films”, alguna revisión posterior (sin Gibson ya, escabulléndose con prudencia de un papel que podía encasillarlo, pero con el anzuelito delicioso de Charlize Theron incluido) tuvo lugar al paso de las décadas, exagerando notas que matizaran las reiteraciones ineludibles. Y ayer, más adicto que convicto, me fui al cine a por “Furiosa”, postrer muestra de tales desatinos, y con ánimo no exento de aprensión.

Con un argumento tan atolondrado y parco, tan casi invisible, se veía “de venir” la escalada inmisericorde de hipérboles y delirios que procuran sostener todavía la estela de esa fantasía brutal, cuya estética bizarra y calavérica no tiene más remedio que crecer “como si no hubiera un mañana”.

-Coloquial estás, tú.

-Ya ves. Lo que no empece para señalar cómo aquel limón, de sólo moderado zumo inicial, parece agotar sus menos resistentes que residuales gotitas.     

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