sábado, 22 de junio de 2024

Sobrevaloración

 

Ahora que al papa argentino que tenemos los católicos le han difundido comentarios sobre el mariconeo, no hay que cortarse mayormente ni Cela lo hizo jamás.

Conque la “tele”, consciente del factor añadido del morbillo, concede de vez en cuando, como lo hizo anoche, un reportaje intensísimo sobre Freddy Mercury y su papel como protagonista adobado en “gay” del grupo Queen, cuya sobrevaloración no puede ser más evidente.

La banda, desde su cometido como autores, no pasó apenas de media docena de canciones bien conseguidas. Y eso quedaba claro en la actuación del Wembley, 1986, aforo brutal, “fans” muy entregados, respondiendo con forofo entusiasmo a las provocaciones/incitaciones del cantante para que le coreasen e imitasen, en un “happening” gastadísimo, frasecitas elementales improvisadas. Escuelita dócil, gregario rebaño encandilado, el público reaccionaba sin desmayo y con arrebato al “catecismo” en oferta.

Pero el espectáculo (en contraste con la sobriedad profesional de los tres adláteres, casi meros acompañantes) lo daban las reiteradas y afantasmadas posturitas del disfrazado Mercury, acomodador de circo, trunco soporte del micrófono en permanente y ordinario manoseo, pose de héroe fatuo (luego dicen de Raphael) que, abierto en zancas con “chandal”, alzaba incansable el brazo arengatorio, remedo imposible y ridículo de la estatua esa que hay llegando a Nueva York.

Sobrevaloración, he escrito arriba. Y no digo yo que Aitana o la misma Taylor, claro, pero no hay que alzarse tan lejos como a The Beatles para definir lo que son la inspiración y el arte indiscutible e interminable que puede tener un verdadero repertorio.    

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