martes, 4 de junio de 2024

Aunque pueda

 

parecer increíble, hasta mi ya avanzada edad nunca mi relación con la fruta que el distinguido público llama melón pasó de una observación cautelosa del tal, cuando lo veía expuesto en los establecimientos del ramo, o en los supermercados, plazas de abasto o en los márgenes algo bohemios de las carreteras.

Y por más que temerarios aventureros se atreviesen a entreverarlo con el jamón (a mi entender, visible herejía), jamás osé acercarme a su disparatada experimentación.

En los días presentes, por mor de un trance que sería prolijo reseñar, intento dicha aproximación ignorando, a fuer de profano, sus técnicas de corte y troceado; si sus efectos son laxantes o astringentes; descubro un sabor algo tímido que no entusiasma mis papilas y concluyo que no es mi idea personal del gusto ni la diversión.

Con idénticos antecedentes históricos, el capcioso y sobrecogedor experimento análogo con la sandía tiene visos de ser descartado de antemano, considerando el efecto disuasorio del color cuya gama no encaja siquiera en mis afectos.

 

Con la modestia debida a estos renglones, el Hipocampo ya ha aludido aquí a otras desafecciones y peculiaridades de su devenir, como el uso de la corbata contra decretitos, los cuellos arbitrarios y de obligada moda contemporánea en las camisas de caballero, las desacreditadas alternativas en el bricolaje, la cocina, etc. que lo mantienen en su quizá “burbuja”. Pero la vida nos pone a prueba.

Y que no nos mande Dios todo lo que podemos “desoportar”.    

1 comentario:

  1. Desde Villalba... Maestro, como recomiendan los galenos: tres piezas de fruta al día, por ejemplo, dos sandías y un melón.

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