viernes, 10 de septiembre de 2021

Antes incluso de que lo llamaran botellón

 

Cuando, décadas (sí, décadas) atrás los primeros cientos de fiesteros comenzaron a desparramar su celebración por calles y plazas, demostrando con la insolencia de la mala educación que no veían problema en invadir, arbitrarios y egoístas, las vías públicas…

quienes tenían la obligación de contenerlos prefirieron la elástica y elusiva tolerancia cómplice, no fuera a ser que les criticasen por “autoritarios”; que ya no estaba de moda.

Como ocurre con todas las enfermedades, el tiempo sólo ha empeorado la cosa. Y a medida que esa fiebre se extendió y masificó, ya no ha sido suficiente con meter ruido, emborracharse y regar de basura cualquier sector de las ciudades y dejarlas hechas una pocilga, sino que se ve que tomando ejemplo de los vándalos y los cafres que han ido brotando de la “anarquía antisistema”, del separatismo y demás zarandajas, ahora se ataca a la policía, que intenta en vano (con los medios disuasorios que deliberadamente le regatea la “autoridad” civil/política) encarrilar el desastre.

 

No parece probable la gigantesca cura de burro que la situación requiere. Una situación imposible de encajar para unos vecinos/víctimas cuyos horarios y entendimiento de la fiesta son muy otros y por ahora se aguantan con desesperación la puta inoperancia delincuente de la “autoridad” civil/política, esa que deja intacta a la horda pero reserva para Ud. toda la coacción represora en el momento de sangrarle el bolsillo, vía impuestos.                                                   

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