jueves, 1 de julio de 2021

Regreso con ensaimadas

 

Con el tema de los viajeros jóvenes retenidos, mejor o peor, en Mallorca, vuelve a alzarse el “mea culpa” de los fariseos y los buenistas que repiten el análisis de “lo que no habremos explicado bien” para que no se valoren ni se respeten el peligro cabal, la gravedad realísima de la pandemia y sus resultados.

La impaciencia y la imprudencia, defectos extendidos por toda la especie humana, se manifiestan con singular intensidad entre los individuos jóvenes, más inclinados con facilidad a unas conductas que, en ocasiones, a ellos y a todos nos pasan onerosísima factura.

Que eso no sirve de explicación ni de disculpa, se evidencia con el hecho -todos somos testigos- de que un número no determinado de esos mismos chavales opta por alternativas que señaladamente se alejan del atropellado rebaño mayoritario, de la alienación y la confusión predominantes entre la diversión y una embotada estupidez, tan por otra parte rentable, ay, para los zurdos objetivos de los políticos que se proponen fomentar la ignorancia como método para alcanzar el sometimiento dócil del personal.

La noticia de la pandemia ha sido tan aplastante, tan omnipresente y está siendo tan duradera que ni el más ensimismado de los jóvenes puede acogerse al disimulo de haber quedado al margen de su, siquiera relativo, conocimiento. Otra cosa son la ausencia del control paterno, el amparo (también politizado) de la falsa libertad de moda, los inexistentes ejemplos ocasionales de responsabilidad y coherencia.

Pero también la masa joven es torpe. Por lo cual, ¿cabe dejar al albur de un ciudadanito de sólo 14 años la elección atolondrada de querer ser lo que acaso no es porque, en los transitorios titubeos de su llamativa inmadurez, se le antoja que no quiere ser lo que acaso es?

Los “buenistas” se revuelcan satisfechos en el “sí”.             

No hay comentarios:

Publicar un comentario