lunes, 19 de abril de 2021

Miguel Bosé: un visionario en el país de los mariachis

 

No está claro.

Vaya que la dicción confusa y embarullada parece tener un origen psicosomático, y con suerte tendrá un arreglo de logopeda.

Luego está el manoteo incesante, frenético, desbaratado sobre la mesa, como de títere de guiñol que nadie entre bambalinas controla.

Una cosa con otra, descartando las palabras que no se entendieron por el problema fonético, todavía permanece lo ininteligible de unas teorías afirmadas con fanática y enfática SEGURIDAD, con lo peligroso que es eso, y lo que desautoriza y pone en entredicho.

El Hipocampo, ecléctico, con prudentes corcheas de duda en su partitura, sin decidirse entre los negacionistas y los otros, se queda con la impresión de que en este rutilante “estrello” de los escenarios han reencarnado, con dispares influencias, los espíritus de Dalí, Ruiz Mateos y Jesús Gil, que en paz deberían descansar y se ve que no.

Y ahora se explica que, años atrás, Bosé colaborase con tantos bienaventurados en aquella estupidez coral, de gesto e intención: el tablaíto de palmeros de “LA CEJA”.

Qué bochorno, Papito.      

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