miércoles, 29 de marzo de 2023

Anita, qué jolgorio

 

Vuesas Mercedes ya habrán advertido que andamos en la “festiva” impropiedad de las palabras.

Antes, el adjetivo y el pronombre posesivos tenían muy cabal interpretación y compartido entendimiento. Mío, tuyo, suyo, nuestro, decían lo que querían decir; con suficiente claridad. Pertenencia, vínculo neto. El lío ha ido llegando luego.

Luego, que es ahora, tienes “tu” niña y “tu” silla de ruedas, saliendo de ese hospital que también colabora en la estructura de artificialidad y desplazamiento de las realidades, por legales que los hayan vuelto.

Los más curiosos, “jartibles” irredentos, se preguntan si la otra señora (la de alquiler) ha salido del asunto con la silla de ruedas correspondiente: detalle menor, seguro que irrelevante ya.

El notición, ése sí que sí, es otra portada de las clásicas, más sentimentalona todavía que patética, gran tirada y venta de ejemplares, toneladas de televisión, alta verbena de pirotecnias, ampulosos pronunciamientos político-ideológico-ético-morales, comidilla popular, todo muy en la línea histórica del personaje que tanto reconocemos.

 

¿Son maniobras de distracción? ¿”Guasa” amable/irreverente de los gaditanos con Felipe, rex, al cajón folclórico y pintoresco?

¿Alguien, de verdad, quiere seguir sosteniendo lo de “al pan, pan …” etc., el nombre de la rosa, el nombre de las cosas?

¿Qué barullo disolvente nos va a quedar (después del inseminador profesional de los 500 hijos) cuando remitan, si remiten, los diluvios caprichosos, el desperdigado y desperdiciado asombro?

¿Y la boca llena del sacrosanto “interés del menor” o el impulso, con las motivaciones que fueren, de los adultos en una sociedad empapada de antojos y falseamientos?                            

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