martes, 4 de enero de 2022

Del estupor y otros aconteceres

 

-Son estos tiempos de vientos furiosos,

de arrasadores cambios procelosos

que impone a nuestra vida el calendario.

Tan es así que ni con el coraje

que se atribuye en el común lenguaje

a nuestros caballeros legionarios

(y que el simple mortal nunca atesora),

tendría nuestra nave tanta eslora

ni manga, estrecha o ancha, si a ello vamos,

para la digestión de esta movida

y de las radicales embestidas

de este presente al que nos enfrentamos:

 

La política, en manos perdularias;

la urbanidad, modelo botellón;

la economía, en sesión plenaria

de infartos contra nuestro corazón.

Los usos y costumbres, abolidos;

la reflexión, cosa de un tiempo ido.

¿Y qué decir del arte?

¿No merece mención de caso aparte?

-¿Arte menor?

-Y mínimo, si quieres.

Que el público de ahora ya prefiere

no a Estíbaliz, no a Luz, no a San Basilio,

que eran muy otras muestras del Concilio,

sino a las odaliscas multiusos

que, como Índigo o como Rosalía,

están rizando el rizo del abuso

y el contoneo próximo a la orgía…

-Y el videoclip, sangrante de pasión.

Vamos al otro lado del frontón.

 

-Pues no te olvides de Camilo Sesto

ni de Francisco, clásicos de gesto.

Mal rapados raperos,

de cresta enhiesta o bien de pelo al cero,

los sustituyen en el firmamento

y Malumas, Tanganas y otros ciento

han hecho tabla rasa y todo pasa

como un raudo y frenético esperpento.

-¿Y la literatura? En manos queda…

-No digas más, que desde Garcilaso

hasta Umbral y Quiñones perduraba,

hoy sucumbe a las trabas

y almudenadas, turbias almonedas

con las que el fruto inane de un parnaso

de talentos efímeros y escasos

en poco más, y enano, se nos queda.


-Vamos, que esta mañana no tenías otra cosa que hacer.

-Eso.

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