lunes, 30 de noviembre de 2020

Entre muros

 

Imposible fuera que una celebridad tan gigantesca no produjese, a tu muerte, notición de tanto calibre y tan global magnitud que, de modo inevitable, no se viera atrapado entre dos muros de fanatismo:

De un lado, la legión infinita de seguidores que te endiosaron durante décadas y con pétrea ceguera están dispuestos a perdonarte lo que sea, a cambio de las numerosas satisfacciones que recibieron como vibrantes espectadores de tu indiscutido oficio.

De otro, una ciertamente más reducida hueste que te aplicará el rigor de una moral y unos criterios socioculturales contemporáneos, condenando sin ambages, incluso ocasionalmente con furiosos e inapelables anatemas, tu conducta privada, profusa, todo hay que decirlo, en excesos y sobresaltos, aunque desde luego palidezca al lado de la de cualquier etarra o así, que curiosamente levanta ampollas muy menores y según de quién (vaya tela) hasta ditirambos e impasables aplausos.

 

Para un distante observador, para un no aficionado, las pasiones que tu fenómeno ha desatado son una fascinante muestra de energía y de quién sabe de qué más o de qué menos.                 

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