jueves, 26 de noviembre de 2020

Puente Genil: piedras en el lecho de un río

 

Vamos terminando noviembre, mes de cumpleaños para los nativos del signo de Escorpión. Hoy toca tormenta por Cádiz, una de esas tardes no frecuentes en las que el cielo se pone de dramático color plomo y se viene arriba, con relámpagos y truenos a distintas distancias.

Con probabilidad, porque el recuerdo vuelve, ya habré referido en algún “blog” de tiempo atrás (y cómo pasa: siete años ya de este entretenimiento, de este descargo, ilusionado o amargo que sea) que a papá y a la abuela Clotilde, tan visigodos de nombre los dos, les gustaban estos días y tardes de lluvia.

De entre la colección de matices del carácter que de ellos reproducen mis genes, reviste éste una especial coincidencia, un enganche afectuoso y convencido que cualquier psicólogo desocupado descifraría con metáforas y circunloquios, si alguna importancia quisiéramos concederle a su análisis.

Y ésta, que seguramente parece fruslería, quizá tenga un porqué, una modesta aunque íntima calidad, cuando nos demoramos en el sueño, en la atónita posible experiencia de que acaso somos puntos de una línea infinita, de una carrera de relevos sólo a medias consciente, contingente, a lo peor algo prescindible, pero que por ahí abajo, en lo hondo de lo que no nos explicamos bastante, ingenuamente aspira a la absorta estabilidad de las piedras.                

1 comentario:

  1. Ni las piedras, amigo escorpión, ni las piedras. Repare Vuesa Merced en que hasta las arenas de la playa que os cobija piedra fueron un día.

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