martes, 2 de septiembre de 2014

Carod- Rovira



O sea, José Luís, que de buena tinta sabías lo del 3% y que te dijeron que no, que era todavía más, que era el 5%, y te lo callaste, cachondito tú, como el cazurrón rústico que siempre pareciste, como el maestrote rural y un poco resabiado que nada y guarda la ropa, en caso necesario, mientras se infla con las soflamas ecuménicas, las propagandas progresistas, las consignas igualitarias e iconoclastas que tanto os gusta aparentar, en espera de que el Destino os proporcione la ocasión de tener la sartén y el mango.
Recuerdo cómo te encabronabas cuando en Radio Nacional (la de España, ¿vale?), Antonio Jiménez, con su natural aunque no muy fuerte acento andaluz y su, a tu lado, modesta falta de picardía, intentaba aplacar tu rabia y complacerte porque bramabas de furia al haberte llamado, en amistosa entrevista, José Luís, y tú, con tu emperre de toda la vida, que el pobre Antonio no conseguía casi nada mucho mejor que un Yosé Yuí, y eso, poniéndose en apuradísimo trance y funambulista, comprometido esfuerzo de pronunciación.
Seguro que, todo este tiempo que hibernaste en tu más o menos discreta caverna (tú sabrás por qué te ha convenido algo de sombra), no te ha redimido de tus poco contenidas, hondas cóleras de rebelde protestón.
En alguna página antigua ya señalé, a tu propósito, lo disparatado y de ancho embudo que es reclamar rigurosas, excluyentes e intolerantes raíces si no se está dispuesto a todo; si no se admite, por ejemplo, que Josep, puede que no sea apenas otra cosa que la consecuencia derivada y pequeñita del Josué bíblico, o quién sabe de qué otro nombre aún más remoto, triturado por los traductores a lo largo de los milenios.
Anda ya, Pepe.

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