martes, 21 de diciembre de 2021

A fondo perdido

 

El modo de ser, el carácter… A lo mejor, hasta la genética; que no descarta los ingredientes que puedan determinar el resultado.

Lo cierto es que siempre fue algo inclinado a la reflexión, y eso había ido naturalmente a más con el paso (con la suma) de los años. Lo que tiene el tiempo, de ir posándonos encima una metáfora de hojas, y hasta de cortezas, tal como vienen y van desprendiéndose de un árbol: hay para elegir, desde el limonero al alcornoque.

También fue ayudando la elección de un estilo de vida que incluía largos periodos de silencio y de soledad.

 

Consciente intermitente, ahora va retomando las pautas de la realidad, el margen disponible tan, ay, azaroso, tan sujeto a una aritmética y a una estadística indiscutibles, sobrecogedoras.

Quizá por la concentración que el rito exige, es ante el espejo, durante el cuidado de esa barba que hace décadas le viste el rostro, que evalúa, que hace balance, que sabe de sobra que el antojo de recuperar la primera crema de afeitar con la que se estrenó, o la loción de cuando la “mili”, no son amagos de “marquitis” sino gestos triviales, decisiones mínimas que para nada (oyes) modificarán la decadencia.

-¿El pelo, las arrugas, la afición?

-Ni te cuento.

-Cuídate el colesterol.

-No, si ya, ya.

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