jueves, 5 de diciembre de 2024

Diversidad de los calibres

Profundas catacumbas se enseñorean, proliferan abundantes debajo de la populosa, festiva, dinámica Madrid.

Entre orientados y dubitativos, recorremos anchos vestíbulos, escaleras -automáticas y de las de toda la vida- que en sus muy luengos tramos nos conducen al cielo azul del exterior o a las simas algo misteriosas que se diría exploran un itinerario “dirección Centro del Planeta, salida tal y tal”.

Hora punta del mediodía, derramadas muchedumbres en acción, numerosos jóvenes con mochilas y pasajeros de toda edad enfrascados en el íntimo curioseo de sus teléfonos móviles, nos empequeñecen las dimensiones extrahumanas, sobrehumanas de todo cuanto nos rodea.

(¡Qué bárbaro, el vigente Bernabéu Stadium!)

Así que, embutidos en atestado vagón del Metro, y como para que no se me olvide mi recién cumplida edad capicúa, una moza de cabellos rizados me cataloga en su fuero interno como abuelete evidente (y quizá de escasa recuperación), y con gentileza medio piadosa, y a pesar de mi 1ª y 2ª negativas, corteses y agradecidas, se empeña en cederme su asiento y opto finalmente por asentir, con algo de bochorno por opinarme de mí mismo conmigo mismo que todavía queda tiempo para el prólogo de la despedida definitiva.

Aunque nunca se sabe, sólo que Ud. se ve en el espejo durante las abluciones cotidianas y no se calibra del todo, ché.

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